Sonidos de un campo
- Arte, Mapas y Gestión Rural
- 12 jun 2020
- 3 Min. de lectura
Yenner Fabian Mora Lopez
Caminar, explorar, sonreír, trasnochar, resonar y crear juntos, aquel lugar cálido de un buen recuerdo, uno de esos que se hace más fuerte con el tiempo, el tiempo, tan elástico, fugaz y a la vez inextinguible, configura las memorias que nos unen, instantes irrepetibles sobre los cuales se esfuma la vida, sin embargo dejan huellas que se estampan en nuestras acciones y tal vez en los recuerdos de alguien más. Recuerdo visitar una plaza, un colegio, una finca, un árbol, una mañana, un sombrero, una caña, el campo. También recuerdo estrechar muchas manos, compartir sonrisas, gritos, música y llanto, ver seres auténticos, en espacios fascinantes, con ideales diversos, en un lugar extraordinario de Colombia como lo es Puente Nacional Santander.
La cercanía de algunos con esta valiosa tierra de vida y agua, despertó el interés de muchos, entre ellos, algunos que nos acercabamos por primera vez a este encantador lugar. Con el aliciente de reconocernos y trabajar juntos es que inicia este viaje de escucha, los sonidos podrían ser los mismos que escuche cuando pequeño, están en las botas de mi abuelo, en los tamales de mi abuela, en la casa vieja, en las tardes de río, en los días de plaza o en el inquietante murmullo de las noches. Así es en muchos rincones de Colombia, con sus sonidos frondosos, exuberantes , singulares y llenos de magia.
En esta búsqueda sonora se entrelaza una estrategia, una apuesta creada a partir de la reflexión y los aprendizajes conjuntos de quienes nos encontrábamos allí, dispuestos a escucharnos. Esto implica una atención particular en los detalles, además una movilización en esta clave de escucha. Hay cantidad de elementos que podríamos entender apartir del sonido en su literalidad, como el agua, el viento, los animales, también los motores , las personas, la calle y toda clase de manifestaciones propias del paisaje sonoro que caracteriza un lugar. Pero, se hace indispensable ir más allá, “Tenemos que aprender a escuchar. Pareciera que es un hábito que hemos olvidado. Debemos sensibilizar el oído al milagroso mundo sonoro que nos rodea” (Schafer 1992).
Me interesa ahondar en esta reflexión de Murray Schafer, sin embargo me tomaré el atrevimiento de proponer una expansión de esta, más allá de sensibilizar el oído, sensibilizar todos nuestros sentidos, todo nuestro cuerpo y energía en búsqueda de una escucha que se extiende más allá, a sonidos que trascienden, es así cómo podríamos incluir las percepciones más sutiles de nuestro entorno, de nuestra experiencia de vida, podría aventurarme y expresar que para mi el campo suena a nobleza, a empatía, a vida, afectó, y así es en Puente nacional (Santander), pero también suena a preocupación, suena a guayabos y pomarrosos sin frutas, a trapiches desolados, a páramos amenazados, y suena a abuelos olvidados que en medio de su fuerte labor, extrañan los tiempos en el que el campo les dio lo necesario, suena a nostalgia y angustia por ver desvanecer en sus hijos la continuidad del campo.
Si nos detenemos a escuchar, repentinamente pasa de ser un murmullo a ser un sonido espeso, sonidos que están en medio del ruido, pero son vibrantes como ningún otro, llenos de vida, el campo también suena a esperanza, existen voces que no titubean, que no dudan, que defienden, que levantan la mano a la hora de sembrar un árbol, en el momento de cultivar sus alimentos, en el momento de salvar a otros, de recordar su historia, de forjar vínculos, de planear acciones, de improvisar canciones, de contar historias, romper las barreras de lo que ya está hecho y crear, inventar maneras de acercarnos para proteger nuestro territorio, estas voces se han de escuchar, es indispensable, habitan muchos espacios, quizá uno de los más importantes es la escuela.
Es en este lugar, donde cada día surge una oportunidad de estar juntos, de escucharnos, de hacer comunidad. Los niños y niñas de puente nacional, poseen sonidos de encanto, amor, respeto y a su manera preocupación por el medio ambiente, algunos siembran, ayudan en las labores del campo y narran sus historias con entusiasmo, ¿será que al hacerce jóvenes desaparecen estos sonidos? si es así, ¿ En qué momento se diluyen para dar paso a los sonidos que anhelan la ciudad?. En mi resuenan estas preguntas, que si bien no tienen respuesta aún, nos da luces del papel de esta escucha en la escuela y la búsqueda de estrategias y dispositivos que transformen los diferentes espacios permitiendo la aparición de estos sonidos y sus ecos.
Todo este recorrido por los sonidos de un campo, es resultado de una escucha que se da a partir del arte, su complejidad y diversidad de lenguajes entrelazados estratégicamente para estar juntos, para acoger a toda una comunidad que siente y vive en medio de la particular naturaleza que forja el impresionante campo de Puente nacional.

Bibliografía
Schafer, R. Murray, “A Sound Education: 100 Exercises in Listening and Sound Making, Arcana editions, Canada, 1992
Commenti